CID FORNELL, FRANCISCO
Corren tiempos complicados para la educación. La celeridad de una sociedad cambiante, los nuevos avances en tecnologías, el alocado ritmo de vida de los adultos, entre muchas otras cosas, están provocando que dejemos de lado uno de los pilares primordiales de cualquier sociedad que se aprecie: la educación. Nuevos tecnicismos como la neuroeducación o el ciberbulling han llegado a los hogares para quedarse y, con ellos, una amalgama de estrategias y condicionantes que influyen en la nueva educación. Términos como «escucha activa», «cortisol» o «secuestro de la amígdala» están a la orden del día, conceptos que se desconocían hace relativamente poco y que han cambiado la manera de enseñar, de educar. Ante tal magnitud de cambios, se requiere de una alianza educativa entre padres y docentes que permita conocer los nuevos mecanismos educativos. No obstante, es un proceso complicado, delimitado por el acelerado ritmo de vida de los progenitores y el desconocimiento sobre cómo abordar estas nuevas problemáticas su parte. Además, dicho proceso se ve determinado por la «injusta» función que se les ha atribuido a much